Eladio Monroy es un tipo que cae bien, aunque sabemos que tiene sus cosillas. La mala leche, por ejemplo. O la costumbre de tomarse la justicia por sí mismo en ocasiones. Pero es un tipo honesto, y eso se nota. Así que cuando algo le huele mal, a nosotros también nos apesta. Por eso, cuando empieza a investigar a un ejecutivo de la Península que ha decidido dejarlo todo para instalarse en Canarias con su novio sabemos que algo va a ir mal, muy mal.
Monroy es uno de esos detectives no detectives tan tradicionales de la novela negra: hombres duros que esconden su sensibilidad bajo una tonelada de sarcasmo. Hombres de principios, recios, capaces de conmoverse con un perrito abandonado pero incapaces de sentir piedad mientras acojonan al novio maltratador de la hija de uno de sus mejores amigos. Ese es Monroy, y por eso nos gusta.
En la segunda entrega de sus aventuras, Eladio Monroy nos lleva de nuevo a recorrer su isla (al narrador se le escapa el amor por su tierra sin poder remediarlo) con una trama, que, de manera parecida a lo que sucede en la primera novela de la serie, Tres funerales para Eladio Monroy, tiene una primera parte de despiste para lanzarse a la yugular del lector en la segunda. En esta novela entre los actores aparecen de nuevo la ambición y la codicia, en esta ocasión en forma de fraude farmacéutico, hecho que da pie al autor para posicionarse moralmente junto a su personaje. Ravelo nos permite conocer mejor a Eladio en esta segunda novela, lo desinhibe mucho con su amante, Gloria, nos muestra mucho más de sus relaciones con sus colegas, como El Chapi... En fin, ¿qué puedo decir? Que esta noche empezaré a leer Los tipos duros no leen poesía :).
Sobre el autor: Alexis Ravelo.