En la mejor tradición de la novela negra, Connolly es un escritor atípico. Su personaje, el detective Charlie Parker, Bird, se pasea de una a otra de sus novelas asomado al abismo, jugando con la violencia, con el deseo de ser justo, con la sed de encontrar algo más, aun sin saber qué. Connolly intenta dotar a sus tramas de un realismo psicológico que a veces resulta cargante, porque en realidad lo que interesa a un lector de novela es saber porqué está sucediendo lo que está sucediendo, y en sus obras esto nunca llega a estar claro. Quizá por eso mismo enganchan, llevándote hasta la última página casi sin respiro. Esta es la quinta entrega de la serie iniciada por la fabulosa Todo lo que muere. Connolly carece del oficio de Mankell para mantener a su detective Wallander indescifrable, y en cada novela insufla a Parker algo más de realidad. En El ángel negro la trama comienza con la muerte de una prostituta pariente de Louis, novio de Ángel, la extraña y violenta pareja homosexual que coprotagoniza estas historias junto a Parker. La búsqueda de su asesino les introducirá en un extraño mundo de sectas religiosas, marcadas por la creencia en los demonios como el ángel que da título al libro, una misteriosa estatua de plata que capta la conversión de un ángel en demonio, según las leyendas, y que permanece oculta desde hace siglos. Como siempre, la realidad y lo esotérico se mezclan en la historia.
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